Idiota. Arregla ya la puerta de
tu cuarto, que soy pequeño y no puedo entrar. Estás encerrado y no sales a
jugar. Idiota. ¿Por qué no juegas como antes? Me tienes un poco abandonado.
Estoy aquí tan solo, en un lugar de tu cabeza… Encima vas y desdibujas la
Rayuela, ¿y yo con qué juego ahora? Eres tonto. A veces pienso que te odio.
Pero no te preocupes. Me gusta estar aquí, aunque seas un poco tonto. Eres un
poco tonto porque te sientes más frágil de lo que eres: dejas que te marquen el
camino para que digas lo que te pasa (con las palabras que se esperan de ti) cuando
eres tú el único que lo sabe -aunque no lo sepas explicar del todo-; eres tú el
que sabe salir y saltar con la vitalidad de un sol nuevo. Sabes jugar mejor que
nadie. Yo he estado en otros cuerpos y en otros tiempos y espacios. Y hacía
mucho que no encontraba a alguien que supiera jugar tan bien como tú. Pero te
estás empezando a comportar como un idiota más, de los que caminan solos sin
saber jugarse sus tristezas a otro juego; para alegrarse. Tú sabes hacerlo.
Pero te paralizas. Por eso te llamo idiota y tonto. Soy pequeño, pero hace
mucho tiempo que lo soy. Quiero decir que sé más cosas que tú. No seas tonto.
Yo sé muy bien que eres un poco frágil. Como un jarrón de cristal fino. Yo
procuro llenar el jarrón de tu cuerpo de pájaros que encuentren en ti los
horizontes que yo siento (o he sentido, hace no demasiado); así, cuando estés
en una caída (de las que tenemos hasta los pequeños como yo), te levantes
volando; yo te puedo mostrar las pistas, pero no puedo hacer el trabajo por ti;
tampoco lo van a hacer unas pastillas, ni unas cervezas, ni nada así… Es el
momento de que vengas a jugar conmigo y de que sigas jugando sin miedo a que
los demás te juzguen por jugar.
Anda… dibújame una rayuelita más,
que me aburro.
Y venga… deja ya de alimentar tu
tristeza con espejismos de felicidad y ábreme la puerta. Que sabes jugar. Ábrete
la puerta. Que hay luz fuera.
1 Comentarios:
cuánta ternura, que belleza esconden tus palabras...
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