Desde lo alto de la ciudad se les
podía distinguir. Grupos de burbujas jabonosas e infantiles les seguían en sus
pasos, dejando a su rastro hileras de pequeños arco-iris (dibujados en cada una
de las pompitas con las que jugaban). No se les podía llamar adultos. No se les
podía llamar niños. En todo caso se les podía llamar vivos. Simplemente. Y no
es que vivir quiera decir caminar por la ciudad agarrados de la mano mientras
un desfile de burbujas te acompaña; es que ellos estaban cerca de la felicidad,
y creían fehacientemente estarlo haciendo ese tipo de cosas.
Un día hay quien dijo, desde lo
alto de la ciudad, que se habían suicidado juntos arrojándose a un camión. No
se sabe si es verdad, lo cierto es que desde ese día no se les ve. Pero aún hay
quien escribe en lugares escondidos que “desde lo alto de la ciudad se les
puede distinguir”.
1 Comentarios:
Qué lindo...
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