sábado, 18 de enero de 2014

Ausencia estelar

- ¿Preparamos la cena?
- No. No me apetece ahora.
- ¿Quieres que llamemos al chino?
- Estoy harta del chino. No quiero salir de la cama ni que te apartes de mí; te irías, le abrirías la puerta a ese chino tan feo y le pagarías por una comida rancia recalentada... No merece la pena (ni el dinero, claro). Prefiero no cenar nada. Si tienes hambre, luego preparas algo.

Estabas lejos, igual que ahora, tumbada en la cama mirando el techo como si fuera una estrella. A mí aún me molestaba el humo de tus cigarros, es extraño.
Y tiemblas, al menos a mí me parece que tiemblas, como entonces.

- Edgar, sólo quiero tapar esa estrella que se está muriendo. ¿No la ves? Alcánzame otro cigarro.
- Qué tendrás en esa cabecita para pensar que una estrella se está muriendo... Anda, toma... Fuma, fuma. Parece que es lo único que sabes hacer.

Pienso en salir de la cama cuando el eco de tu voz viene a inquirirme. Y yo ahora tampoco quiero hacer la cena. Y menos para una persona que está muerta. Estás tan fría... He preferido fabricar una niebla artificial alrededor de mí, pero hasta tu eco ha querido indagar sobre mi forma nerviosa de apurar los paquetes de cigarros, evitando cenar, como tú hacías. 
Y yo, aún espero que vengas, que dejes de mirar esa estrella. 


Luces

 
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