lunes, 19 de junio de 2017

Isla y cafuné

a quien me nombró la palabra 'cafuné' 
(acto de acariciar con ternura el cabello de la persona que amas; en portugués de Brasil)
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Regreso a aquel mismo momento muy a menudo: hay un abandono de caricias en mis ojos de catalejo naufragado. Las golondrinas besan el amanecer y su rumor se mezcla con el de la gente recogiendo los pedazos de la noche. 
Estaba tan solo como lo estoy ahora y no me duele; el silencio escribe con palabras imposibles; ahora me fascino con alguien que sí entiendo y recibo una grieta como la de quien mira por el catalejo y recibe abismos, un pensamiento roto o unas manos acariciándose a sí mismas por imposibilidad o cansancio, el cafuné lejano y el silencio intraducible.
No tengo más país que mi cuerpo ni más esperanza que la lengua.
Otros países y esperanzas me abandonan en la isla cuando la música baila en las heridas
y hay silencio.
No busco más lugar que el del encuentro
y no encuentro más tierra que el exilio
ni más piel que la pereza, la fatiga de los barcos en las nubes
y el impulso de saltar para que la soledad sea paisaje
para que al aterrizar sean tus manos el agua o el viento de mi pelo
para inventarnos así el silencio como dos islas que se unen. 

martes, 6 de junio de 2017

El cigarro, la araña y el avión


le pido a mi jefe una pausa para un cigarro 
antes de regresar al peso de las cajas llenas/ vegetales, huecos/ fruta incertidumbre.
Lanzo el humo: cuánto me parezco a un tubo de escape, pienso 
mirada presa 
hacia abajo como buscando flores en el ruido;                     
hilos grises
volando desde mí por si alguna vez me hago paisaje...
y el peso encima.

Hay una pequeña araña gorda en el suelo.
Voy. La piso y punto. ¿Por qué...
si sé que existe y se ocupa de criaturas invisibles
y veloces, hambrientas de gatos callejeros?

He notado crujir bajo mi bota a la pequeña araña gorda,
le puse todo mi peso encima y fin
/la muerte a veces cruje
¿cómo la he notado crujir bajo la grande suela gorda de mi bota?
ni siquiera observo su quietud de huella
porque hay pájaros más ruidosos que una muerte
y un avión está posando su estela sobre la montaña.
respiro tres segundos y regreso a la carga
el peso con la pesadumbre.

Pienso en el avión y más aún en la araña;
la maté por los hilos
grises, fuego dentro estela/ hilos
hasta la quemadura piel adentro.
Pequeños hilos gordos 
atravesando las hendiduras de mi risa
y cae la sangre
/ni siquiera el artificio de los pájaros me surca
como el avión a la montaña.
ni siquiera
porque la sangre abandonada pesa. 

las criaturas de mi propia sangre me mienten a la cara,
se mienten en su espejo.
las criaturas de la calle vienen 
y me tiemblan bien, pero se dan la vuelta
/creo que algún pequeño hilo gordo las arrastra.

he matado a la pequeña araña gorda.
ha sido por los hilos y la casa
llena de pequeños hilos pegajosos.
Me crecen nudos en las huellas que
quizá veas en tu suelo: 
quizá te asombre mi fósil/ o por el telar
donde mis ojos o por las arrugas mi quejido,
el fin/ el cansancio me seca 
las lágrimas la pesadumbre.
Algún tipo de final me espera... maté a la pequeña araña gorda
pero yo soy el aplastado.
El artificio de los pájaros se ha olvidado de surcarme.
No me preguntes por qué si, cuando acabe otro cigarro,
todavía hay un avión esperándome.



jueves, 30 de marzo de 2017

Mirlos negros


El mirlo negro de la grieta está cantando en los silencios de tu hermano. Regresas a la soledad antigua, la estatua con el gesto que pide la distancia: jugabais a silbar más alto que el olor a primavera, pero un cartero feroz traía la exactitud del grito, el temblor incierto ante el mañana, miedo sólido en la carne.

Ahora silbas y los kilómetros de viento difuminan a tu hermano. El cartero te entrega desahucio de futuro, otoño de piedras sobre tu corazón, que te persiste.   

Vibran en ti los accidentes del paisaje y el eco suena a enfermedad de mirlos negros.



miércoles, 1 de marzo de 2017

debajo del poema*



estoy hablando del eco
de los seres que respiran bajo las fotografías
/cuerpos como tierra para habitar el crecimiento.

me marcharé a esas bocas 
  siempre sin auxilio

me refiero
a la blanca música en las piedras
/por debajo
de las letras vagan otras manos,
los gusanos alegres del amor 
besando ciegos las raíces de la desmesura lenta 
el paso lánguido de terminar por abrazar a las ausencias, 
descubrir que la primera palabra empezó ahí.
Hemos de crecer para deshabitar el hueco

debajo del poema
un animal va de concha a concha
habitando refugios 
de peligros
de mares que son tiempo inacabado, memoria
honda como un mar de sangre en la convulsión
de lunas y mujeres, que arden como vahídos dentro
como otoños 
restos de amores incompletos

cuerpos de pianos invisibles.

me marcho a la precisa hora en que la música comienza

la muerte es un animal hecho de espera.

me refiero a la huella de los sonidos inaudibles
al ras y por debajo de la sangre

¿quién habla por mí desde mi origen?
cuerpos que conectan sus raíces
como tierra para otros crecimientos
más allá de mi lengua
más acá     la voz de un invisible

quizá tan sólo la memoria del humo

la forma de los niños a la orilla 
y en su pie todos los azares
como endechas breves de burbuja antes de la asfixia
bajo el mar todos los mares

en ellos crezco tras partir como 
barcos sin el motor del dónde
en la singladura    quién
y en el naufragio los brazos del cansancio
aferrados a los hálitos más últimos
/aire reciclado ciclo a ciclo y seísmo por seísmo:
el ritmo forastero de otra voz
que nos aliente... estoy hablando
de ese eco:

me refiero a respirar debajo del poema

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poema perteneciente al libro 'Huellas de árbol' (inédito)


domingo, 12 de febrero de 2017

Canción de amor y desastre

De regalo (disponible gratis para descargarlo, por si me queréis pasear con vosotrxs —que ojalá—)

Ser orilla

"El estío fue casi como tu casa,
en ella tú sabes mantener todo -
ahora has de ir fuera en tu corazón
al igual que se va por la llanura."
Rainer Maria Rilke

I
Las paredes de la casa ya se desplomaron.
Algo se edifica ahora en el hueco 
de una herida que permanece aún
sangrando    temblando la injusticia 
de los muros levantando más fisura y más frontera
—tanto aullido—

no hay silencio
/yo sé bien que no hay silencio:
las piedras acumulan gritos 
en un suelo que cosecha espantos
y la tierra baila con música de grieta

/el hogar se cae: 
la calma tan desvanecida,   entre los ojos
de los niños   el terror más solo
/no hay cobijo ante un cielo frío que golpea, que retumba miedo. 

No hay silencio
/sé bien que tú conoces
la sinfonía de la sangre a destiempo 
tan palpable   el grito —la grieta y tu por qué—

¿Qué hacer entonces bajo tanta sombra
     bajo el canto repetido 
de un fantasma belicista?
Buscarle luz al mundo cuando el mundo te ha gruñido 
noche hueca y alarido y desencuentro/
buscar lo quieto de un temblor que te cobije 
como chimeneas encendidas. 

Salir de la canción de los escombros 
con los pies buscando algún silencio
/algo que mitigue el golpetazo de lo indigno 
—el hambre tan bien inventada.
Salir a edificar un nido,
caminar por el inestable hilo de la pérdida.
No saber a dónde y no acallar las voces:
el eco de los desaparecidos penetrando cada pulso
/no hay silencio.

II
En mis manos sangra la vergüenza de esta Europa.
Me tiemblan en las manos los gatillos
de quienes eligen negociar el sufrimiento.
Se me disparan en la boca quieta 
los sollozos porque no comprendo y no hay silencio:
estoy mascullando todo lo que hay en mí
que eres tú* y no es grieta ni frontera
ni sombra artificial.
Mis pies van al encuentro de tus pasos
para construir, rama a rama y segundo por segundo, una cama
de futuros 
/hogar donde posar lo quieto de una calma.

Sólo puedo abrir las palmas de las manos, heridas
tras edificar      un nido de ternura
o una morada entera de silencios cálidos.
Extender los brazos y acallarme para tus ojos
con mis ojos llenos de lumbre y acogida.
Sólo puedo abrir los oídos
como quien escucha tu horizonte
/por entero   ser toda la extensión de algún silencio más clemente

ser orilla
para todos tus naufragios. 






Luces

 
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