- ¿Preparamos la cena?
- No. No me apetece ahora.
- ¿Quieres que llamemos al chino?
- Estoy harta del chino. No quiero salir de la cama ni que
te apartes de mí; te irías, le abrirías la puerta a ese chino tan feo y le
pagarías por una comida rancia recalentada... No merece la pena (ni el dinero,
claro). Prefiero no cenar nada. Si tienes hambre, luego preparas algo.
Estabas lejos, igual que ahora, tumbada en la cama mirando el techo como si
fuera una estrella. A mí aún me molestaba el humo de tus cigarros, es extraño.
Y tiemblas, al menos a mí me parece que tiemblas, como entonces.
- Edgar, sólo quiero tapar esa estrella que se está
muriendo. ¿No la ves? Alcánzame otro cigarro.
- Qué tendrás en esa cabecita para pensar que una estrella
se está muriendo... Anda, toma... Fuma, fuma. Parece que es lo único que sabes
hacer.
Pienso en salir de la cama cuando el eco de tu voz viene a
inquirirme. Y yo ahora tampoco quiero hacer la cena. Y menos para una persona
que está muerta. Estás tan fría... He preferido fabricar una niebla artificial
alrededor de mí, pero hasta tu eco ha querido indagar sobre mi forma nerviosa
de apurar los paquetes de cigarros, evitando cenar, como tú hacías.
2 Comentarios:
y vuelvo a encontrarte otra vez.
precioso javi, me están entrando ganas de llorar (pero no no, es sólo un casi). Tienes una mirada de esas que arrojan luz sobre lo cotidiano, no es un don de muchos. Sigo leyendo...
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