No sé cómo
empezar esta maravillosa idea. No sé si la he entendido bien ni sé si el bien o
el mal existen...Ahora, después de algún "no sé" tampoco sé lo que sé
con exactitud, ni lo que sé de manera superflua. Por lo tanto, hoy, a estas
horas -las 11 menos 10 de la mañana- me he levantado dudoso, ¿demasiado dudoso?
En mi casa hay un ratoncillo de campo pululando por alguna de las habitaciones
y yo me pregunto: ¿cómo puede andar tan rápido como creo que correteará por
este suelo de fango? Qué pregunta tan estúpida, me dice el espejo, eres tú el
único que camina por el barro de las dudas, idiota. El ratón, mientras no te lo
cargues, es más feliz que tú.
Entonces, como somos tan listos, vamos a
intentar atrapar al ratón, no con el sigilo del gato sino con la torpeza de un
gigante, que “es lo que son” –debe pensar el ratón-. Y le colocamos queso en
una trampita en la que seguramente yo también caería, porque el queso me
encanta. Y entonces me empiezan a entrar ganas de conocer al ratón, de
corretear como él sobre el suelo de fango que tengo en mi cabeza y sobre el que
le siento corretear a él, tan feliz y tan normal en busca de su queso; me
apetece saber cómo corre por la duda. Por la mía imaginada en él. Me apetece
acariciarle el bigotito y darle pequeños trocitos de queso mientras como queso
y entonces, mientras de verdad estoy comiendo queso veo –muy a mi pesar- al
ratoncito aplastado, al lado de un trocito de queso que nunca nadie se comerá.
Y en el espejo otra vez: ¿cómo puedo sentir
el alivio de una duda resuelta tras la muerte del bicho al que admiraba por
corretear sobre el fangal de la pregunta no resuelta?
Qué pregunta tan estúpida, me dice el
espejo, ese alivio es un espejismo y si te das la vuelta verás otra vez un
ratón más feliz que tú por corretear y por jugar teniendo en cuenta que la duda
y el fango son otra parte del juego que es vivir.
1 Comentarios:
La duda es patrimonio de los sabios.
Bien, lo sé, que me toca transitar por el mundo de las certezas.
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