lunes, 7 de noviembre de 2011

Arte, oscuridad y belleza en "Cisne Negro"



    Darren Aronofsky se ha confirmado definitivamente como uno de los directores más originales y capaces a la hora de imprimir un ritmo incesante a sus películas. Antes de que llegara Cisne Negro sus películas gozaban de unos potentes recursos visuales y sonoros, una efectiva creación de atmósfera envolvente casi enfermiza, pero sin embargo, casi nunca conseguía crear un todo análogo en el que ese caos de imágenes dinámicas y sombrías se desarrollara.
    Pues bien, en este filme ese todo habita precisamente en la cabeza y en el cuerpo de su protagonista, en la heroína de Aronofsky en la película: Nina (dulce y oscura Natalie Portman que hace el papel de su carrera manteniéndose en todo momento brillante). No importa que el coreógrafo (Vincent Cassel) repita constantemente la obviedad de que Nina necesita descubrir su lado oscuro para conseguir desprenderse del afable cisne blanco; ni tampoco importan las mujeres que exaltan (Mila Kunis: su férrea competidora) o reprimen (Bárbara Hershey: su resentida madre) la sexualidad de la protagonista, sino que lo verdaderamente capital es la transformación de Nina desde la mente de la propia Nina, personaje inmejorablemente trazado por Natalie Portman, gracias a la cuál entendemos todas sus enfermizas emociones en el camino hacia el temeroso cisne negro. Así, Natalie Portman nos guía hacia un final tan ilógico para muchos como artístico para otros. Pero eso sí, es casi imposible que una actriz transmita mejor la tensión y la obsesión de su personaje, haciendo creíble las sangrientas heridas, la masturbación entre peluches , los frenéticos pasos de baile de su personaje o un violento cuadro psicótico, promovido por un mundo en el que impera la competición, lo diáfano y lo negro sobre lo blanco.
    En este viaje cinematográfico no importa demasiado la lógica y el entendimiento de las acciones. Aronofsky contempla el mundo de la danza desde el dolor interno, desde la psicología, el terror, la intriga y por supuesto, desde la belleza. De esta manera, los posibles fallos o discordancias argumentativas que pueda tener la película se encuentran totalmente sumergidos en la obsesión de Nina, forman parte de su mente y de su sueño, el cual culmina en una preciosa escenificación de El lago de los cisnes que realmente encoge, atrapa y emociona, con un final tan terrorífico como bello. Así pues, en esa dualidad que se maneja en el filme, desde el vestuario o el maquillaje, pasando por una técnica un tanto efectista (y sangrienta) pero impecable, hasta los bastidores más recónditos del mundo del ballet, Cisne negro es una historia que deslumbra, que confunde, que no deja de moverse, pero que muy probablemente permanecerá –para bien o para mal- en la memoria de muchos como una gran obra (de arte o de paranoia). 

Trailer subtitulado:

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