El mirlo negro de la grieta está cantando en los silencios de tu hermano. Regresas a la soledad antigua, la estatua con el gesto que pide la distancia: jugabais a silbar más alto que el olor a primavera, pero un cartero feroz traía la exactitud del grito, el temblor incierto ante el mañana, miedo sólido en la carne.
Ahora silbas y los kilómetros de viento difuminan a tu hermano. El cartero te entrega desahucio de futuro, otoño de piedras sobre tu corazón, que te persiste.
Vibran en ti los accidentes del paisaje y el eco suena a enfermedad de mirlos negros.
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