miércoles, 2 de mayo de 2012

La fe del que juega



Desde lo alto de la ciudad se les podía distinguir. Grupos de burbujas jabonosas e infantiles les seguían en sus pasos, dejando a su rastro hileras de pequeños arco-iris (dibujados en cada una de las pompitas con las que jugaban). No se les podía llamar adultos. No se les podía llamar niños. En todo caso se les podía llamar vivos. Simplemente. Y no es que vivir quiera decir caminar por la ciudad agarrados de la mano mientras un desfile de burbujas te acompaña; es que ellos estaban cerca de la felicidad, y creían fehacientemente estarlo haciendo ese tipo de cosas.

Un día hay quien dijo, desde lo alto de la ciudad, que se habían suicidado juntos arrojándose a un camión. No se sabe si es verdad, lo cierto es que desde ese día no se les ve. Pero aún hay quien escribe en lugares escondidos que “desde lo alto de la ciudad se les puede distinguir”. 


1 Comentarios:

Eva dijo...

Qué lindo...

Luces

 
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