Desde el lugar del miedo
empezamos a decir o maldecir esta quietud.
Allí, en el lugar del miedo
quietos
como una imagen tatuada en la deformidad de los espejos
terminamos de soñar, como los niños que murieron -de miedo.
En medio del miedo un temblor nos apagó
los ojos
que se cargaron de sombra y autoculpas.
Pero un día, otro día, en medio del miedo empezamos
a entender:
la sombra de los ojos era un lienzo vacío.
Comenzamos a pintarlo alejándonos de esta quietud
mientras los cuerpos recobraban su color
como los niños renaciendo de su miedo.