miércoles, 30 de noviembre de 2011

Inyección


Sueños que se esfuman
/pasos de martillo, la sangre en las carreteras de mi cuerpo.

Vida que se cae
sobre los ojos inyectados, insomnios de papel vacío,
lugar donde duerme el impulso
a pulso de cañón.

Dos aviones cruzan su camino
/en el cielo dos espadas veo
decir y maldecir al pasajero
/siento tanto no viajar dormido…

y el sablazo
corta a las hojas del otoño que se arrojan
sobre este cuerpo de espejos
donde poco se ve
donde mandíbulas pululan en pesadillas
inmemorables
/sensibles al alba de mi rostro.

Piel de escama
branquias en el desierto de este mundo.
Ojeras pintadas en el asfaltado muro donde el bullicio pisa.

Digo adiós.
Digo nada.
Digo nervio y digo eternidad.

Viviendo fulminante
la parsimonia de la muerte.

¿Dónde encontrar el sosiego eterno de tu ocupado cuerpo de arte puro
en este siempre / tan guerrero
sometido por el nervioso ardor?


sábado, 26 de noviembre de 2011

La voz dormida, crítica


    La voz dormida resurge con fuerza en los oídos. Utilizando el propio título de la película, esta voz, si te dejas empapar por lo que dan las actrices –sobre todo- y los actores, te puede llegar a dejar sordo (de lágrimas o angustia). Estéticamente la oscuridad ocupa una gran parte del espacio, cosa lógica cuando se narra una historia ambientada justo después de Guerra Civil.
    En otras críticas podrás leer que esta película es un déjà-vu de otras ambientadas en la guerra, leerás que es manipuladora por su teatralidad, leerás que hay una total falta de ideas con una repetición de tópicos... Pero leerás, ahora, si estás leyendo esto, que es una magnífica película. Un guión bien trenzado y un argumento que quizás a algunos españoles les pueda parecer repetitivo por su historia (miedo me da eso)… El director Benito Zambrano –ayudado por la novela de Dulce Chacón- sabe muy bien hacia dónde dirigir nuestra atención para no acabar pensando eso que los famosos críticos de cine ven tan bien (como si fueran dioses de la insensibilidad): que la película es un tópico. Lejos de ese pensamiento, la película es un drama desgarrador, desalmado, en el que se nos muestra la brutalidad de una posguerra absolutamente cruel; así es como precisamente Benito Zambrano nos lo muestra. Oscuro (incluso estéticamente puede parecer una película fea, por esa sombra en la que se desarrolla). Cruel. Y atroz. Si todo esto es manipulación –cosa que yo no creo- recomiendo que se dejen manipular
    Más allá de esto, y de un argumento quizás no muy original pero muy humano por el sacrificio que se muestra, la película te empapa el alma, en grandísima parte, por las fabulosas actuaciones. Inma Cuesta y María León (sobre todo, aunque TODO el reparto es destacable) llegan a retorcerte hasta tal punto por dentro, que la empatía con sus personajes puede resultar angustiosa y dolorosa. Pero a pesar de ese dolor, a pesar de los “peros” que se le puedan poner a una historia que nunca debe dejar de contarse, es una película completa, con grandes actuaciones, una buena dirección y un guión muy adecuado. Si uno tiene sensibilidad, sacará sus peros y sus pros y contras a la película, pero siempre se sentirá empapado del dolor de esa posguerra… 


jueves, 24 de noviembre de 2011

En la ciudad del escorpión

    Un paso, dos pasos. Jadeo. Recuperación. Ruido. Bullicio. Amaneceres y pérdidas. Sillas y sentimientos no asentados. Nervio que recorre su corazón, que palpita en la arena fría donde el café caliente humea. Oye. Observa. Se pierde en pensamientos que se van a algún lugar de ese vacío al que algunos llaman Dios. Confunde la presión de las ojeras con algún mal sueño que no llegó a perpetrarse durante la noche, en la que sus venas atascadas sentían cada pequeño pálpito. Pero en la oscuridad una compañera a veces sale de entre las nubes grises del otoño para acompañarle. Y es entonces cuando comienza a soltar su llanto, cuando inhala y exhala pasiones de dolor o calmas lacrimales. Y entonces duerme: siempre tras haber dialogado con la Tierra.
    Y se levanta. Y comienza su día teniendo que volver al terreno desierto de los deberes y de las cosas que hay que hacer para ser un engranaje adecuado en el presente. Y camina. Un paso, dos pasos, jadeo, cigarro. Recuperación y cigarro. El humo es como esa amiga que llegó de noche pero que ahora, en la ciudad (donde los pasos y las miradas son como ese vacío al que algunos llaman Dios), se esfuma por el aire con efímeras y fantasmales esculturas que llegan a otra persona con el olor de ese vacío. Y dialoga sin decir demasiado, sin escuchar a penas nada. A penas nada. En ese noviembre que es un desierto de hojas secas y de arenas donde caminan escorpiones. Escorpiones negros como el olvido, más injusto que la muerte.
   Y sentado en ese lugar en el que la arena fría por donde andan escorpiones y el café humea cálido como el crujido de la leña en el fuego, escucha. Más bien oye. Oye a sus compañeros. En una cafetería atestada de los cerebros que son, por lo visto, el futuro de alguna cosa que se suele llamar presente. Pero sólo oye. Asiente. Disiente sin discusión. Piensa en las hojas secas del otoño y en la arena fría y en la luna, ardiente sol de las sombras en las que caminó por la noche. Aullando penas al aire. Adquiriendo una paz no buscada pero necesitada. Para dormir y escapar. Para escapar de esta tierra de deberes y obligaciones y engranajes. Se detiene y sigue oyendo; mira a su alrededor: un paisaje de gente que camina, habla, sonríe, ríe y toca la superficie de la profundidad de un mundo que se muere en ese falso sol, que no es el de las sombras.
    Ahí sentado. Sin un cielo al que mirar. Sin un sueño ni una paz que conseguir. Un lobo que no aúlla. Un lobo sin un búho escuchante y observador. Un lobo muriendo por el ataque del veneno lento del escorpión de la rutina…



lunes, 14 de noviembre de 2011

Esto


(Banda Sonora del Poema).


Pedimos
un mundo que tarde en apagarse
un llanto que se duerma sobre cuadros
de caricias en la espalda

y un árbol musculoso en la llanura hambrienta de la pena

Guardamos
un rencor que extingue el aire del otoño
un dolor pasado que engulle el presente
de heridas tan colmadas

y un amor que en el mundo es sólo un rincón de la alacena

Somos
un lugar en un pañuelo
un adiós y un para siempre en una calle vacía
de ti / que pisas neblinas avenidas

y una hormiga sola y sin antenas

Agarramos
una mano sin saber que es como otra
una gota que se aplasta en el suelo
de barro que pisamos inquiriéndonos

y un pájaro sin alas que nos regala alas de arena

Nos quedamos
en el mundo irreductible
en el pañuelo donde nos acabaremos encontrando
en la llanura donde el árbol volverá a ser fuerte
en el fuego del otoño
en ti y tu niebla
en la gota que no cae

y en las subidas y bajadas de esta vida en escalera…


jueves, 10 de noviembre de 2011

Ratón y duda


    No sé cómo empezar esta maravillosa idea. No sé si la he entendido bien ni sé si el bien o el mal existen...Ahora, después de algún "no sé" tampoco sé lo que sé con exactitud, ni lo que sé de manera superflua. Por lo tanto, hoy, a estas horas -las 11 menos 10 de la mañana- me he levantado dudoso, ¿demasiado dudoso? En mi casa hay un ratoncillo de campo pululando por alguna de las habitaciones y yo me pregunto: ¿cómo puede andar tan rápido como creo que correteará por este suelo de fango? Qué pregunta tan estúpida, me dice el espejo, eres tú el único que camina por el barro de las dudas, idiota. El ratón, mientras no te lo cargues, es más feliz que tú.
    Entonces, como somos tan listos, vamos a intentar atrapar al ratón, no con el sigilo del gato sino con la torpeza de un gigante, que “es lo que son” –debe pensar el ratón-. Y le colocamos queso en una trampita en la que seguramente yo también caería, porque el queso me encanta. Y entonces me empiezan a entrar ganas de conocer al ratón, de corretear como él sobre el suelo de fango que tengo en mi cabeza y sobre el que le siento corretear a él, tan feliz y tan normal en busca de su queso; me apetece saber cómo corre por la duda. Por la mía imaginada en él. Me apetece acariciarle el bigotito y darle pequeños trocitos de queso mientras como queso y entonces, mientras de verdad estoy comiendo queso veo –muy a mi pesar- al ratoncito aplastado, al lado de un trocito de queso que nunca nadie se comerá.
    Y en el espejo otra vez: ¿cómo puedo sentir el alivio de una duda resuelta tras la muerte del bicho al que admiraba por corretear sobre el fangal de la pregunta no resuelta?
    Qué pregunta tan estúpida, me dice el espejo, ese alivio es un espejismo y si te das la vuelta verás otra vez un ratón más feliz que tú por corretear y por jugar teniendo en cuenta que la duda y el fango son otra parte del juego que es vivir.  


miércoles, 9 de noviembre de 2011

Giggia


Hasta siempre /hasta la memoria que me quede
para ti
azabache de la vida
intuición del juego
gruñidos y mordiscos y saltares y ladridos

fuiste y serás siempre
el palpitar travieso
el juego para el niño que tuvimos en nosotros
/se queda siempre en mí, gracias a ti

eres la carrera
que vivimos dos hermanos
/y tus cuatro patas
eres
ese “eres” del ahora
que se queda en mí porque no te dejo marchar
/aunque no pose una caricia más sobre
el suave ámbar de tu pelo
/y hambrienta de la vitalidad te fuiste
y en el hueco memorial de mi razón
abro un espacio inmenso para toda
tu intuición
para todo
tu juego /para toda
tu sinrazón /que nos llenó de vida.

Siempre cachorra
y mejor protectora de camada
fuiste la muerte que lloramos
y mejor vida que sentimos
/por la que lloramos ahora /
yo… con este verso
que no es nada, ni mero consuelo

sólo los restos
vacíos a donde van tus restos
de vida
que se me quedan grabados
como los bocados en aquellos guantes que vestía de pequeño
para jugar contigo
horas y horas que no eran horas
sino eternidades
que se tallaron en las paredes de mi corazón.

Quédate aquí
quédate…
Eres la protectora de mis sueños y mis juegos/
quédate…quédate y descansa
Giggia…   


lunes, 7 de noviembre de 2011

Arte, oscuridad y belleza en "Cisne Negro"



    Darren Aronofsky se ha confirmado definitivamente como uno de los directores más originales y capaces a la hora de imprimir un ritmo incesante a sus películas. Antes de que llegara Cisne Negro sus películas gozaban de unos potentes recursos visuales y sonoros, una efectiva creación de atmósfera envolvente casi enfermiza, pero sin embargo, casi nunca conseguía crear un todo análogo en el que ese caos de imágenes dinámicas y sombrías se desarrollara.
    Pues bien, en este filme ese todo habita precisamente en la cabeza y en el cuerpo de su protagonista, en la heroína de Aronofsky en la película: Nina (dulce y oscura Natalie Portman que hace el papel de su carrera manteniéndose en todo momento brillante). No importa que el coreógrafo (Vincent Cassel) repita constantemente la obviedad de que Nina necesita descubrir su lado oscuro para conseguir desprenderse del afable cisne blanco; ni tampoco importan las mujeres que exaltan (Mila Kunis: su férrea competidora) o reprimen (Bárbara Hershey: su resentida madre) la sexualidad de la protagonista, sino que lo verdaderamente capital es la transformación de Nina desde la mente de la propia Nina, personaje inmejorablemente trazado por Natalie Portman, gracias a la cuál entendemos todas sus enfermizas emociones en el camino hacia el temeroso cisne negro. Así, Natalie Portman nos guía hacia un final tan ilógico para muchos como artístico para otros. Pero eso sí, es casi imposible que una actriz transmita mejor la tensión y la obsesión de su personaje, haciendo creíble las sangrientas heridas, la masturbación entre peluches , los frenéticos pasos de baile de su personaje o un violento cuadro psicótico, promovido por un mundo en el que impera la competición, lo diáfano y lo negro sobre lo blanco.
    En este viaje cinematográfico no importa demasiado la lógica y el entendimiento de las acciones. Aronofsky contempla el mundo de la danza desde el dolor interno, desde la psicología, el terror, la intriga y por supuesto, desde la belleza. De esta manera, los posibles fallos o discordancias argumentativas que pueda tener la película se encuentran totalmente sumergidos en la obsesión de Nina, forman parte de su mente y de su sueño, el cual culmina en una preciosa escenificación de El lago de los cisnes que realmente encoge, atrapa y emociona, con un final tan terrorífico como bello. Así pues, en esa dualidad que se maneja en el filme, desde el vestuario o el maquillaje, pasando por una técnica un tanto efectista (y sangrienta) pero impecable, hasta los bastidores más recónditos del mundo del ballet, Cisne negro es una historia que deslumbra, que confunde, que no deja de moverse, pero que muy probablemente permanecerá –para bien o para mal- en la memoria de muchos como una gran obra (de arte o de paranoia). 

Trailer subtitulado:

Luces

 
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