Flamenco Sketches suena de fondo, o más bien de superficie sobre la cual las letras caen como cae sutil la primera nota de Miles. Asordinando el tiempo en un momento, en un pedazo de metal, en un pedazo de letra. Todo se va llenando de humo, de un canto de bebé llorando por estar recogido en el feto inútil de la esponja, la esponja de este aire que ahora respiro; algodonado hasta que llega Coltrane y recoge la sangre del esputo triste del mañana. Destronando mitos con una pasmosidad a Tenor con su sensibilidad, lanzando y eligiendo aire para llegar a una cima de la que cae, a la que vuelve, de la que cae y vuelve como un yo-yo. Puf, LAzos, DOrmidos, REvolucionando SÍlabas, FAntasía. Bill Evans sostiene la pena con un acorde irrisorio como para ser toda una esperanza y sin embargo, siendo más que la esperanza. Siendo todo lo innombrable del abrazo que deja caer los párpados al otro lado del abrazo; siendo todo lo innombrable de la lágrima que llega a la boca como un caracol a su planta para morir seco, como la planta; siendo Adderley llegando con su saxito por mi cuarto para recordarme un solo triste que acaba tocando puntos álgidos de amor alegre con un feel sexy juguetón y apasionado. Culmen y culmen de la lágrima que se vuelve al ojo después de escuchar esto.
Un marfil percutido en la cama de unas cuerdas de metal por un corazón y unas gafitas y un pelo de tazón medio caído tienen su turno. Sin espejismos ni adornos, el piano eructa a poquitos y piannisimos (y qué pianísimo!!) la entrada de la ballena herida, trompetística y tímida de Miles. Su timidez se desplaza por el agudo tiempo como un gato por la barandilla que une dos edificios de 200 metros: elegante, seguro de que va a pasar y apagando la llama de la muerte...acabando la escena apoyando la garra, la mano o el cuerpo entero en el contra-tiempo del contrabajo y en la sutil respiración de un splash que me da el aire necesario para descolocar la organización y jugar una vez más.
(Sesión de grabación del disco Kind Of Blue, 1959)
Queridos visitantes, por esta carta (que quizá nunca leáis) podréis pensar que en este lugar nos damos besos y abrazos por la calle, podríais pensar que nos damos la bienvenida cada vez que entramos a un lugar, que nos queremos y respetamos. Pero todo lo contrario. Nos matamos entre nosotros. Sí. Por intereses que algunos conocen y que otros, simplemente, se limitan a esquivar. Nos matamos y nos odiamos con una eficacia máxima, como si fueran atributos de nuestro ser. Seguramente lo apuntaréis en vuestra libreta al llegar: “no aniquilar, ya lo hacen ellos solos”. También nos amamos. Sí. Pero con el tiempo se nos va olvidando, poco a poco, y las habitaciones de hotel y los cuartos donde dos amantes se aman van quedando como el refugio de las pasiones débiles, y las calles atestadas de gente respiran nuestro aire hostil y lleno de preocupaciones. Es raro. Nos volvemos torpes en el saludo, en el abrazo, en los besos y las caricias, y nos hacemos precisos y tecnológicos en el arte de matar –en muchos casos con el pretexto de la riqueza, término abstracto donde los haya-. Sí, sí, amigos, hacemos el amor, sudamos como animales, como seres pensantesque somos, pero cada vez más el corazón se nos enfría con la tecnología y cada vez más pensamos menos. Pensamos menos en lo que siente el otro. En lo que puedas sentir tú al leer esta carta, por ejemplo; o en lo que pueda sentir una madre al ver como su hijo se desangra; o en lo que pueda tener en la cabeza las sonrisas que se ríen de todo esto. No sé, yo no sé en el resto del planeta, pero en Madrid la gente no camina con paso firme, la gente se deja llevar por todos los objetivos que ha perdido, convirtiéndose en los objetivos que han pensado otros por él o ella.Es raro. Yo me siento raro. A veces pasan cosas buenas, como cuando salimos juntos a la calle y ya no nos dejamos llevar sin más, y buscamos un objetivo, el objetivo del cambio. Y allí entonces nos damos cuenta de todos los besos que no dimos y de todas las veces que no hicimos el amor por haber perdido nuestro objetivo; y entonces empezamos a vivir, a darnos energía y fuerza y risa y a recordamos tantas cosas que podemos ser; que por fin, empezamos a serlas. Eso es bello, hermoso. Espero que sigamos haciéndolo. Debemos aprender a querer otra vez. Seguramente penséis que tenemos que descongelar eso a lo que llamamos corazón y que nos sirve para vivir. Supuestamente, nosotros, la masa de gente que se ve a primera vista cuando habéis llegado a nuestra tierra, tenemos el poder de decidir nuestro futuro; en cierta manera es así, pero más cierto es que los gobernantes deciden por nosotros, con nuestro “beneplácito”. Lo cierto es que la clase alta de los que deciden son el ejemplo de todo lo que se nos olvidó ser: un beso, un abrazo, un corazón; y son el ejemplo de todo lo que no deberíamos ser: un odio frío, una distancia, una aparente corrección.
Queridos amigos, intentaremos cambiar todo esto para que nuestra tierra sea un lugar digno de lo desconocido; para que esta sea una tierra habitable y limpia, donde la suciedad tan sólo se llame caricia, beso, abrazo, y no se llama muerte, odio o destrucción.